Nombre: Ivan Muraszko y Olga Korniejczuk- Kirylczuk
Categoría: Placa Conmemorativa
Ubicación: Antiguo Osario, en el Parque Conmemorativo
Data: S/D
Constructor: S/D
Características: Simple placa de latón, de emplazamiento relativamente
reciente que, como muchas otras, informa que allí fueron trasladados los restos
de Ivan Muraszko y Olga Korniejczuk- Kirylczuk. Lo llamativo del caso es que
sus nombres aparecen acompañados con las leyendas “Padre de Sion” y “Madre de
Sion” respectivamente.
A través de estudios realizados por Justyna Chmielewska[1]
y Roman Skakun[2], podemos
afirmar que dicho apelativo corresponde, a que ambos fueron los fundadores de
una rama mesiánica del Pentecostalismo, llamada “La Iglesia de los Santos
Sionistas Cristianos Evangélicos”, desarrollada en la inestable área fronteriza
de Polonia, Bielorrusia y Ucrania durante el período de entreguerras.
Ivan Muraszko nació en 2 de abril de 1891 en Razmierzki (actual
Bielorrusia). De familia ortodoxa, pronto sintió una natural inclinación por
los asuntos religiosos. Entre 1913 y 1925 vivió en Canadá y los Estados Unidos,
donde adoptó las creencias pentecostales. De regreso a su país (en ese momento
parte de Polonia) se transformó en una especie de predicador errante que
despertó ciertas simpatías en las pequeñas comunidades evangélicas. En una de
ellas conoció a Olga Koriniejczuk.
Korniejczuk había nacido el 27 de junio de 1885 en Omelana (actual
Ucrania). También era ortodoxa devenida en pentecostal. Muy joven se había
casado con Miguel Kirylczuk, con quien tuvo seis hijos. Juntos habitaban una
granja en Zarechitsia, donde Olga sufría constantes maltratos por parte de su
marido.
En 1931 Olga y sus seis hijos se salvaron de perecer en el incendio de su
casa. El hecho fue interpretado como un milagro, y a partir de allí comenzó a
experimentar revelaciones divinas que intentó divulgar con poco éxito en las
agrupaciones pentecostales, que la marginaron por el excesivo celo que mostraba
por cumplir con los preceptos del Pentateuco.
Sin embargo, Olga logró “convencer” a Iván, con quien formó más que una
pareja. A partir de 1932 pasaron a ser “Madre y Padre de Sion”, las cabezas de
la Iglesia de los Santos Sionistas, tal como dice Chmielewska:
“Ella era una mística que
recibía revelaciones en trance, dispuesta a dar su sangre para la expiación de
los pecados. El un líder severo, un organizador eficiente y ejecutor de la voz
de Dios”
Olga e Iván comenzaron a ganar adeptos entre el campesinado, y algo de difusión mediática a raíz de un particular ritual conocido como la “Apertura del Sello”, en el cual Iván realizaba cortes en el cuerpo de Olga para extraer su sangre y mezclarla con vino, para posteriormente bendecir a los fieles.
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Ritual de la "Apertura del Sello" |
Despectivamente, el periodismo polaco comparaba a Muraszko con Rasputín, y veía a su iglesia como el “triste legado de la Antigua Rusia”.
Diario polaco de 1936, allí se describe a Muraszko como un Rasputín polaco y a su secta como un triste legado de la Antigua Rusia
En 1936 Olga e Iván elaboraron su proyecto más ambicioso: La fundación de
la Nueva Jerusalén. Para ello persuadieron a sus seguidores (ya alrededor de
700) de vender sus pertenencias y mudarse a las inmediaciones de la granja de
Zarechitsia. Allí practicaron la vida comunitaria durante casi dos años.
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Imágenes de la Nueva Jerusalén, |
Sin embargo, los problemas no tardaron en presentarse:
“Las condiciones sanitarias
parecían dejar mucho que desear: Cientos de personas hacinadas en un establo
convertido en dormitorio, cocinas comunes y trabajo duro con mala alimentación
terminaron provocando una epidemia de Tifus”
Si bien la epidemia fue tomada como una “Prueba”, el gobierno polaco
comenzó a tomar cartas en el asunto. Para marzo de 1938, se acusó a los
Sionistas de intentar implantar el comunismo, forzandolos a disolver la
comunidad y a dispersarse. Además, Olga e Iván fueron invitados a abandonar el
país.
A través de un viejo amigo, Vasily Terebey; la pareja se radicó en la
Argentina junto con cuatro de los hijos de Olga. Parece ser que originalmente
la idea era reimplantar La Nueva Jerusalén en nuestro país, pero la Segunda
Guerra Mundial malogró el proyecto.
Lo cierto es que con el dinero que lograron llevarse de Europa, compraron
medio centenar de hectáreas en la Provincia de Formosa. Además, en Buenos Aires,
construyeron una enorme mansión con una alta valla metálica. Allí siguieron realizando
reuniones religiosas, aunque paulatinamente fueron perdiendo el contacto con
los antiguos seguidores.
A mediados de la década del ’40 Muraszko comenzó a manifestar problemas
mentales: Experimentaba fuertes dolores de cabeza, gritaba en voz alta, se
ponía una cubeta metálica en la cabeza y le daba golpes. Según algunas
versiones dentro de la cubeta ponía huesos. El comportamiento errático de Iván
llevó a Olga a reemplazarlo por Terebey para ayudarla en los rituales.
Olga murió el 6 de septiembre de 1958. Iván el 11 de octubre de 1959,
aparentemente su deceso se produjo en un Hospital Psiquiátrico. Ambos fueron
enterrados en el Cementerio de Avellaneda y posteriormente trasladados al
Osario, donde se encuentra la placa de latón.
A través del hijo mayor de Olga, y de sus nietas; que permanecieron en
Europa; la Iglesia de los Santos Sionistas siguió existiendo, a pesar de las
persecuciones sufridas cuando la Unión Sovíetica ocupó la zona. A partir de los
’70 reflotaron el proyecto comunitario y se radicaron en Komiternowo, Odesa;
muy cerca del Mar Negro. Allí siguen viviendo hasta el día de hoy, alrededor de
400 personas ligadas indirectamente a Avellaneda, donde descansan sus Padres
fundadores.
[1] Chmielewska, Justyna, “Sangre
Santa, Tiempo Santo, Pueblo Santo: La Historia y Mitología de los Santos
Sionistas Cristianos Evangélicos”. Artículo disponible en http://niniwa22.cba.pl/nowy_syjon.htm
de donde hemos extraído varias de las imágenes que ilustran la entrada.
[2] Skakun, Roman; “Los constructores
de la Nueva Jerusalén: Ivan Murashko y los «murashkovtsy»”. Lviv: Editorial de
la Universidad Católica Ucraniana, 2014.